Τὰ δ' ἀργυρώματ' ἐστὶν ἥ τε πορφύρα
εἰς τοὺς τραγῳδοὺς χρήσιμ', οὐκ εἰς τὸν βίον
Sócrates

sábado, 26 de noviembre de 2011

Catarsis

Catarsis es un término griego (katharsis: purgación, purificación), utilizado originariamente en medicina y en la escuela pitagórica. Para Hipócrates, catarsis era la expulsión de los malos humores corporales. Por otra parte, para los pitagóricos, era la música la cual tenía un valor catártico; mediante ella, el alma se liberaba de sus tensiones y derivaba hacia un estado de armonía y equilibrio.

De esta doble fuente arrancaría la noción aristotélica de catarsis (que el filósofo presenta en su imprescindible Poetica); esta noción es aplicada a la interpretación de la tragedia. En su representación, se produciría una agitación del espíritu y una descarga afectiva en el ánimo del espectador, al identificarse éste con el héroe que, por su situación dramática, transmitiría un doble sentimiento: de piedad y de terror.

En una tragedia representativa, como Edipo Rey de Sófocles, la contemplación de la situación desgraciada del héroe engendra en el espectador un sentimiento de conmiseración y piedad, al mismo tiempo que, el horror sentido por el propio Edipo ante lo detestable de sus actos (que él mismo asume como inevitables por la fuerza del destino), se convertiría en causa de terror para los espectadores. De esta forma, estos quedarían purificados de sus pasiones al experimentar en sí esos sentimientos de piedad y terror.
 
Así pues, en Edipo se llega a la anagnórisis (revelación, reconocimiento o descubrimiento), cuando el protagonista se da cuenta de que ha matado a su padre y que se ha casado con su madre. Tales descubrimientos, junto con la reacción ante ellos, nos llevan a los espectadores a la catarsis; por un lado, sentimos horror ante su situación y, por el otro, nos apiadamos de él.



Evolución histórica del término

La interpretación de este concepto aristotélico de catarsis ha variado históricamente. En el Renacimiento surge una doble explicación: la estoica (la catarsis debe ayudar al espectador a educar y dominar sus sentimientos y emotividad), y la ético-cristiana (la contemplación de las desgracias del héroe debe mover al hombre al arrepentimiento de sus vicios y a la purificación de sus pasiones).

En el drama burgués del siglo XVIII, Diderot y Lessing (enfrentados a Rousseau, que la consideró una emoción pasajera, vana y estéril), creen que la catarsis no ha de eliminar las pasiones del espectador, sino “transformarlas en virtudes y en participación emocional ante lo patético y lo sublime”.

En el teatro romántico y posromántico, se cultiva una nueva forma de catarsis, la cual surge de la provocación de las emociones del público ante la presencia en escena de lo grotesco, lo monstruoso y lo sublime (Víctor Hugo) y ante diversas formas de crueldad (Antonin Artaud).

La mayor oposición a la catarsis, fue la de Bertold Brecht, quien la asimiló a la enajenación ideológica del espectador y a la exaltación de los valores ahistóricos de los personajes.


De: papel en blanco

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